sábado, 31 de octubre de 2009

Falsa espiritualidad

La espiritualidad no consiste es encontrar una falsa paz interior, que no compromete a nada, ni en repetir una y otra vez una palabra o una plegaria, ni en concentrarse en la respiración o en alguna otra cosa, ni en estar quietos todo el tiempo, ni mucho menos en leer muchos libros que hablen de la oración.
Todo eso debe ser un medio por el cual demos a Dios un "sí" incondicional a lo que es, y nos entreguemos a Él, para llegar a ser constructores de su Reino en el mundo. Si nos decimos cristianos, debemos hacer lo que Jesús hizo, y que se resume en AMAR, expresando ese amor en aquello que el momento indique.
Si quedándonos sentados meditando durante horas, al salir de allí siguiéramos teniendo las mismas actitudes egoístas, mirando sólo el interés personal y olvidando a los demás, entonces es que no entendimos nada. No es eso lo que nos susurra el Amor en nuestro ser profundo.
La oración profunda y silenciosa es camino de transfiguración. De lo contrario sólo es evasión.

sábado, 17 de octubre de 2009

Unión en el silencio

Cuando compartimos el silencio de la oración con aquellos que caminan con nosotros, si bien el recorrido a nuestra profundidad pareciera que lo hacemos solos, y que cada uno viajara a su propio centro, en realidad la comunicación se vuelve más profunda, y no hacen falta palabras para entendernos. ¿Qué sonidos pueden describir esa unión? ¿Qué podemos decirnos al llegar, que no esté dicho ya en el silencio?
En ese lugar interior de cada uno, Dios nos espera con Su Amor incondicional, y nos reúne en Él. Bajo Su mirada es que nos miramos unos a otros.
En definitiva, entrar dentro de uno equivale también a salir, de algún modo inefable, al encuentro de los otros, unidos con ellos en Dios.

miércoles, 7 de octubre de 2009

Todo está bien

Una y otra vez he contemplado el árbol del cual hablé los otros días, y con asombro y alegría, veo que ya tiene ahora tímidos brotes que lo adornan.
Frente a mi queja por la poda tardía y excesiva, él responde silencioso con sus brotes de un verde majestuoso, y vence lo que a mí me parece el mal, a fuerza de bien.
El árbol no se queja, sino que se pone a fabricar vida. Mucho que aprender de esto.
Cuando nos de la impresión de estar pasando por algo que nos parece malo, en lugar de juzgarlo y lamentarnos, lo mejor es vivir ese momento fabricando vida, o sea presentes y atentos, viviendo en la corriente de amor que lo conduce todo en forma silenciosa.
Inmersos en el Amor, todo está bien. El árbol sigue vivo, activo y hermoso, y todos podemos contemplarlo.