miércoles, 27 de enero de 2010

Bendito regreso

Regresar de las vacaciones, encontrar mi casa y mis cosas, reencontrar el silencio exterior, porque no lo había donde estaba, y parar también el ruido interior, que la mente fabricó en estos días, es como un símbolo del verdadero volver a casa. Una y otra vez Dios me llama con una voz amante y serena, sutil, y me atrae con una suave brisa que viene desde dentro.

Volver, siempre volver. Y al llegar me espera Él, su amor incuestionable y gratuito, y la sensación de que todo lo que me preocupa en estos momentos ocurre por querer controlar yo las cosas para que estén bien de acuerdo a mis criterios, por no confiar plenamente. Todo está en orden, lo vea yo así o no.

Regreso una y otra vez a mi oración silenciosa, que es la que he encontrado para mi vida, y aparto de mí el ruido inútil que me la impide. Ella me devuelve a la realidad tal cual es, sin análisis ni juicios de mi mente.
Bendito sea el regreso, desde todos los ángulos que tiene...