martes, 2 de marzo de 2010

Vamos descubriendo con el tiempo...

...Que no necesitamos nada para ser felices, ni a nadie, porque la felicidad es un estado interior y natural. Sin embargo, el hecho de compartirla con todos, le da una forma concreta, la vuelve algo así como palpable.
...Que esa felicidad va fluyendo a medida que empezamos a observar la realidad tal cual es, y entonces nos damos cuenta de que todo lo que hemos vivido hasta ahora, tanto lo que en su momento nos pareció bueno como lo que no, ha sido el camino que debíamos recorrer para llegar a estar aquí, en este momento. Entonces se diluye el dolor por nuestro pasado.
...Que la mayor parte del sufrimiento presente, proviene de tener un pre-concepto de cómo deberían ser las cosas, y que no sean así en realidad. De juzgarlas desde el entendimiento, y clasificar todo en bueno o malo.
La meditación, a aquellos que la hemos descubierto y la vivimos, nos conduce a un punto en el que la mente se queda sin juicio ni análisis, y entonces el sufrimiento presente disminuye.
Pero todo esto no es nada, sin embargo, comparado con el tesoro del encuentro silencioso con Dios, y con experimentarlo dentro y fuera de nosotros, ya que Él habita en todo lugar y tiempo.
...Que descubrir su Amor gratuito e incondicional, permite que cambiemos nuestra mirada sobre la vida, y que lleguemos a darnos cuenta de que todo está bien y en orden. Bajo esta experiencia, ya no podemos quejarnos de soledad, ni tener ansiedad por el futuro y lo que pueda pasarnos en él.

Entonces, al descubrir todo esto y muchas cosas más, nos invade el ímpetu de querer compartir estos tesoros con todos los demás, y nos queremos reunir con ellos. La felicidad natural crece con ese ímpetu.

¡Qué bueno haber encontrado el modo de hacerlo en los grupos de amigos que nos reunimos cada semana a compartir vida y meditar juntos!