lunes, 5 de julio de 2010

Por ese solo instante

Puedo estar repitiendo mi plegaria durante todo el día, y sentarme muchas veces a orar desde mi corazón, repitiendo esa misma oración, ajustando mi respiración y poniendo toda la atención en ello, y puedo hacer todo lo que yo esté determinada a hacer desde mi lado para vivir el encuentro, pero todo eso es nada, comparado a un instante de la Presencia pura de Dios.

Cuando brilla Su Estar en mí, todo queda invalidado. No hay técnicas ni palabras ni nada, porque Él mismo rompe lo que mi mente había podido construir. Rompe hasta lo que yo había imaginado que era el encuentro con Él.

No se ajusta a esquemas, no admite limitaciones. Llena todos mis rincones de Luz, y nada de lo que se ha dicho acerca de la iluminación se le parece. Inunda mi ser de Plenitud y de Amor, y no hay palabras para expresar lo que ocurre en ese instante, que barre con todos mis vanos razonamientos y análisis.

Es un momento detenido, instante de eternidad... en que todo se ve con una claridad insospechada.

Sólo es vivir ese tiempo agradecida en el silencio y la admiración, para después seguir repitiendo mi plegaria como siempre. Pero algo cambia en ese encuentro. Algo no es igual que antes... El sentido de las cosas aparece como nuevo.

Por uno de esos instantes, vale toda una vida de entrega y de oración continua, porque ya no se puede uno separar de Él y distraerse en el mundo...