sábado, 19 de enero de 2013

Es para todos


Cuando escribí, o escribo, acerca de la libertad que me devuelve el observar mis pensamientos, emociones, tensiones corporales, para reconocerlas y trascenderlas, muchas personas me escriben para decirme que eso es algo especial, que sólo unos pocos pueden hacerlo. 

A todas esas personas, y a mi junto con ellas, les digo que eso es lo más simple y común que hay, si nos damos cuenta y nuestro querer va en esa dirección. Como no somos simples, lo simple nos apabulla. 

Hemos estado siempre complicando todo. Generamos nuestros conceptos e ideas, y a eso le llamamos vida. Así, quedamos atrapados en lo que nosotros mismos inventamos. Vivimos eso, y no la vida. Es como estar mirando la foto de un árbol en medio de un bosque. Sólo hace falta darnos cuenta, y "querer"! Pues, hagámoslo!

Cuestión de querer hacerlo


Algunos podemos pensar que esto de observar los pensamientos, emociones, tensiones, reconocerlos y trascenderlos, está bueno para poder librarnos de las emociones negativas. 

Pero el proceso no distingue estas diferenciaciones, sino que nos lleva a trascender todo. 
Si le ponemos un objetivo, estaremos dando vuelta siempre sobre lo mismo: Esto nos gusta, lo dejamos. Aquello no, lo trascendemos. No veo que sea así. No elegimos, sino que simplemente ocurre, y con todos los pensamientos, emociones y tensiones, sin clasificar ni evaluarlas.

No es magia, y cuesta trabajo, porque queremos atesorar las cosas que nos gustan. Es simple, pero nosotros no lo somos. Hay que querer, estar dispuestos, y entonces haremos lo que haga falta. 

Si nuestro querer es débil, nos detendremos ante cualquier cosa, y diremos: Esto no puedo, aquello más adelante, lo otro cuando termine de hacer lo que estoy haciendo, lo de más allá cuando me cure, y nos engañamos a nosotros mismos con esto. 

Entre los pliegues del no poder, es el no querer el que nos detiene. 

miércoles, 16 de enero de 2013

Lo que se opone a mi libertad


Sigue de la entrada anterior

Sin embargo, a veces me engancho con los pensamientos y emociones, aunque haya descubierto esto de no ser el alboroto que hay en mi. 

¿Qué ocurre? Es que esos pensamientos y emociones entretienen, y dan idea de vida, de estar vivos, aunque proporcionen sufrimiento muchas veces.
Esa sensación no se quiere perder. Lo otro es como más vacío. Por momentos no queremos ese vacío, y preferimos engancharnos y perder libertad. 

Todo pasa por "querer", y es lo que tenemos que tener claro. Si no salimos de la cárcel es porque no queremos, aunque nos parezca que sí queremos pero que no podemos. Es un proceso, y el querer lo conduce por el camino correcto. 

Y a veces ni siquiera vemos la cárcel en la que estamos, porque no queremos verla, aunque nos parezca extraño. 


Auto-observación


Observar mis pensamientos, mis emociones, mis tensiones corporales, me lleva a darme cuenta de que están directamente relacionados unos con otros. 
Un pensamiento da origen a una emoción, y esta a una tensión, pero muchas veces distingo primero la tensión, y al observarla descubro la emoción y cómo surge el pensamiento. 

Lo bueno es que si puedo hacer eso, es que estoy fuera de ese proceso natural, y eso me devuelve la libertad, me conduce a la paz. 
No soy ese alboroto que muchas veces hay en mi. Ya lo he leído en muchos lados, ya lo he compartido también, pero cada vez eso se intensifica en mi, y cada vez puedo vivir más tiempo fuera de mis pensamientos, emociones, tensiones, y entonces aumenta mi libertad. 

No se trata de rechazarlos, sino de reconocerlos. No es que tengan que desaparecer, sino integrarlos, y seguir adelante. Para trascender no hay que desviarse de la condición humana, sino atravesarla. 

Cuando Dios nos formó, no pensó en ángeles o seres puramente espirituales, y por eso nos dio un cuerpo y una mente. Pero, a quién se lo dio? Al ser que somos, ese que puede observar, reconocer, integrar, ese que es libre y vive en paz, pase lo que pase.


domingo, 13 de enero de 2013

Soledad

La soledad nos permite poner esa distancia justa entre el mundo y nosotros. Esto no quiere decir aislamiento. En la verdadera soledad, se está solo, pero es una soledad compartida. 

También permite poner distancia entre los propios pensamientos y emociones, y la esencia de lo que somos. 
Podemos experimentar que los pensamientos surgen desde la mente y casi siempre en forma automática, y que producen emociones a las que muchas veces nos aferramos, porque son agradables y las queremos retener, o las rechazamos porque no nos gustan y nos queremos deshacer de ellas. En los dos casos quedamos atrapados, si no nos damos cuenta o no descubrimos cómo son las cosas. 

El comprobar esto, y poder observarlo y reconocerlo, nos recupera la libertad original, y una sensación de espacio gozoso.
Lo que somos en verdad, no está condicionado por el mundo, ni por los demás, ni por los pensamientos y emociones que suceden. No es a nosotros que eso nos pasa.

Nuestra esencia, o sea lo que somos, vive en paz, serena, en unión con todos, con todo, y con Dios, y no le falta nada. Vive en forma plena y gozosa.
Y esto es independiente de los acontecimientos, ruidos mentales, estados de ánimo.

Somos los que podemos observar todo eso, y entonces ser libres, porque si lo observamos, es que no somos eso.

Entonces podemos andar por el mundo, con los demás, siendo libres y felices, y contagiando esto en la medida en que lo compartimos.