Al meditar me percibo como sin tiempo. En el centro de mi ser no hay el devenir de horas, minutos y segundos que marca mi reloj. Allí sólo encuentro espacio ilimitado. Puedo entonces abarcar el mundo entero, y soy una con todo lo que es.
Soy absolutamente libre, sobre todo de mi misma y de mis condicionamientos. Por eso soy feliz, y no necesito nada. Ni siquiera rezo cuando estoy en mi centro. Si rezar entiendo como hablar con Dios, no rezo porque allí Dios y yo somos uno. Qué le podré decir al Todo en el que estoy sumergida?
Tampoco hay ideas, porque el intelecto me queda afuera. Lo único que hay es AMOR, y en el Amor puedo ser, sin más.
Al regresar, algo va quedando de esa experiencia, que me permite ver con otros ojos la realidad, o simplemente verla, sin tampoco decir nada. Sólo vivir en ese Amor. La vida se transforma, y yo me transformo con ella, si vivo desde mi centro.
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2 comentarios:
La experiencia de la meditación me llevó a abandonar otras formas de oración, el silencio y la quietud reunen toda expresión.
Un abrazo.
A mí me pasó igual. Gracias por la visita y el comentario
Un abrazo
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