Cuando nos relacionamos con los demás, la mayor parte de las veces lo hacemos desde el plano de las ideas, conceptos, y palabras. Por eso en ocasiones nos percibimos como separados, casi desconocidos, y no podemos entenderlos, y tampoco nos entienden. La mayor parte de las veces estamos ocupados en tratar de demostrarles que tenemos razón.
Sería bueno que en esos momentos nos diéramos un toque de atención y permitiéramos que sea nuestro centro el que se relacione y busque al hermano desde lo profundo de cada uno.
Ver más allá de las palabras y las ideas. Se abriría entonces un mundo de amplitud inmensa, un paraíso de hermanos que caminan con nosotros y que nos acompañan, que van a nuestro lado siendo ellos mismos, ni más avanzados o maduros que nosotros, ni menos. Porque sólo Dios sabe acerca del misterio profundo de cada uno. Reverencia, respeto, y quitarnos las sandalias de los pies porque el interior del otro es lugar sagrado...
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4 comentarios:
El primer obstáculo es medir a los otros como “más o menos avanzados o maduros”, las escalas suelen venir de valores del mundo. Si lo ponemos en el lugar de menos avanzados nos estamos poniendo sobre él, pero también muchas veces es cierto que si lo ponemos en el lugar de más avanzado, lo cargamos con la responsabilidad extra de tener las cosas claras para sí y para mí. En ese sentido todos tenemos que tener la misma responsabilidad de aceptar al otro como es, sabiendo que hace lo que puede, y que además es mi hermano, me necesita tanto como yo lo necesito a él. Entonces podremos entendernos.
El interior del otro es lugar sagrado, sí. Y el nuestro, también
Me quedo la frase.
Gracias.
Querida Blanca:
Tu reflexión nos pone en ese lugar tan común de la defensa de nuestras razones, más bien sería la defensa de nuestro ego, el temor a perderlo nos marca al punto de olvidar quiénes somos.
Ese lugar de encuentro ya está en nosotros, y nosotros en él, sólo falta que nos demos cuenta.
Un abrazo.
Andrea, está muy bueno tu comentario. Porque muchas veces uno cae en la cuenta de lo feo que es poner a los demás como menos avanzados, pero no tanto en el caso contrario, de que el otro tenga las cosas claras para sí y para mí. Eso me deja pensando y me sirve.
Amelia, es así. El misterio del otro es sagrado, y también el mío.
Delia, "El lugar del encuentro ya está en nosotros y nosotros en él, solo falta que nos demos cuenta"
Es verdad, y nos damos cuenta cuando abandonamos las resistencias del ego que nos impiden ver.
Gracias a las tres por sus visitas y comentarios.
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