Estar atentos al ritmo respiratorio natural, quietos, sin desarrollar reflexiones, sin pensar, nos devuelve al centro de nuestro ser, donde habita El que Es, Dios, y desde donde continuamente somos creados y amados. Él vive y respira en nosotros. Somos respirados.
En esta actitud de simplemente estar, respirar y atender a ello, sin más agregados, surge desde mis profundidades el Nombre de Jesús, que resuena como música, en este ser mío cristiano. La plegaria de la Oración de Jesús, unida al entramado de la respiración, unifica en mí todas las plegarias que puse en práctica en mi vida, y el sorprendente abismo de la meditación Zen por el que incursiono tímidamente.
Al final, después de tantas palabras pronunciadas en el pasado, de tantas oraciones de alabanza y de petición, de tanta oración hablada o cantada, sólo el Nombre de Jesús va quedando, y por último, cerrando el ciclo que completa todo, lo más simple, sólo la respiración.
Sólo hay Vida, y Amor....
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4 comentarios:
La inspiración que nos guía se sirve de lo que más necesitamos para llegar a la quietud, todo es Todo sin importar cual es el asombro en el que reconocemos al silencio.
Un abrazo querida Blanca.
Soy el anónimo de siempre, y está muy linda tu experiencia.
Muchas gracias, Delia. Así es, todo es Todo, y nos acercamos a esa unicidad por caminos insospechados, que Él conoce, aunque nosotros vayamos a oscuras y sin saber. Si nos dejamos guiar llegaremos.
Te mando un abrazo
Muchas gracias, Anónimo de siempre. Si mi experiencia me conduce hasta el silencio de Dios, realmente es linda. No?
Te mando un abrazo, que como sos anónimo, quién sabe cómo te llega. jajaja
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