Con micrófonos, clamaban a Dios a los gritos en la plaza.
Nosotros en silencio, meditando en el salón.
Gritaban ellos lo que nosotros callábamos?
O nosotros equilibrábamos sus gritos con nuestro silencio?
Y Dios? Fue el primero en callar. Su Amor por todos no necesita de palabras...
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