Y llegó la Pascua de resurrección. Quedó atrás el viernes Santo en el que meditamos en comunidad en medio de una furiosa tormenta, unidos en el silencio unos cuantos hermanos, contemplando el misterio de la cruz, y también el Sábado Santo con su silencio casi abrumador.
Hoy brilla en el corazón de la humanidad la luz del resucitado, vivo, presente en nuestro aquí y ahora, actuando por medio de su Espíritu en el centro de cada uno de nosotros, amando todo lo humano, dándole sentido a muestra vida.
Y la meditación me conduce hacia ese lugar, donde Él me ama, y desde donde puedo amar, y vivir cada momento como si fuera el único.
Una nueva Vida cada vez... siempre fresca, como recién comenzada.
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