Lo que aprendo en el silencio, no se puede comparar con nada de lo que está escrito.
No me vale leer sobre la meditación, sino sólo meditar, sumergirme, y comprobar por mí misma, que ese silencio resulta amoroso y liberador, amplio en espacio y tiempo, pleno de todo aquello que es.
Y no importa que esté yo bien o mal, serena o nerviosa, triste o alegre, confiada o temerosa. Esas emociones humanas no llegan allí, a las profundidades de mí misma.
Sólo importa estar, tener la determinación de volver siempre, sin buscar nada en absoluto.
Sólo en el silencio de la meditación puedo descubrir la fuente del Amor, y comprobar que fui creada a imagen y semejanza de Dios.
Después, cuando vivo el resto del día, queda la brisa suave del encuentro grabada en mi andar, y se lo puedo contar a otros, para que ellos también se decidan a sentarse y meditar.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario