Hay una gozo que me surge desde dentro, como si un manantial lo produjera, y sale si se lo permito.
El camino para permitirlo es la meditación. Porque el ruido y los apuros lo tapan. Y en esos momentos sublimes, en cambio, son el ruido y los apuros los que quedan trascendidos.
Como todos, también yo busco la felicidad. Pero más de una vez lo he hecho afuera, en las cosas materiales, o en las ilusiones que crea la mente. Rara vez percibía que la única fuente de felicidad es interior.
Y no es felicidad de risas estruendosas ni de entretenimientos, sino serena y apacible. Por eso es gozo, ya que este es mucho más profundo.
Es como la certeza de que todo está bien, de que el Amor envuelve a la vida, de que hay algo seguro en lo que anclarme, que es mi centro, donde habita el que Es.
Es como la certeza de ser amada inmensamente y sin condiciones, que surge de quedarme en el silencio y la quietud, de ese estar atenta y vigilante en mi centro.
Y no hay palabras para describirlo. Hay que experimentarlo. Y está al alcance de todos. Solo tengo que animarme a dejar todo, sentarme y meditar.
Es una de las tantas paradojas: debo dejar de prestar demasiada atención a todo lo que creo que me hace feliz, para alcanzar ese gozo profundo. No tener nada para tenerlo todo.
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2 comentarios:
Hola querida, Blanca... ¡es eso! tan sencillo y complicado a la vez. Debo dejar de prestar atención a todo lo que CREO que me hace FELIZ, para alcanzar ese GOZO PROFUNDO. Que hermoso... no tener nada, para tenerlo todo. Gracias amiga por salirte de ti y darte al otro.
Un abrazo lleno de mucho cariño...
Nélida
Gracias, amiga!!
Por todo el cariño que siempre me das, y por escribir este comentario tan lindo.
Que el Señor te bendiga enormemente!
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