viernes, 4 de noviembre de 2011

Sí a la Vida

Decir que sí a lo que es, que es el sí a Dios en cada momento, nos libera de cálculos y evaluaciones inútiles. La confianza en Él es lo que da origen a nuestro sí, y a la vez el sí aumenta nuestra confianza.
Todas las cosas pueden ser, cuando quedan libres de nuestro juicio mental. El camino del sí incondicional y de la confianza nos conduce hacia la verdadera paz.

La vida es plena en todo momento. Cuando meditamos, trabajamos, viajamos, estando en compañía de amigos, familiares, compañeros, o solos, viviendo un momento al que catalogamos como alegre, o uno al que llamamos triste.

La vida es lo que hay aquí y ahora. Lo importante es que nosotros estemos presentes en ella. Si nos detenemos a analizar, calcular, imaginar, anticipar o recordar, la vida seguirá fluyendo y nosotros estaremos en otro lado.

El sí a la vida, y estar presentes en ella, es un sí a Dios..
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martes, 26 de julio de 2011

Nuestro verdadero yo

Aunque estemos contentos y serenos, o tristes, preocupados y tensos, de todos modos los pájaros cantan, los árboles se mecen con la brisa, las flores de los jardines y canteros nos regalan su perfume y su color, el cielo nos muestra su belleza.
En una visión superficial, centrada en nosotros mismos, pareciera que el entorno natural es indiferente a lo que nos pasa. Se manifiesta más allá de nuestros estados de ánimo.


¿Pero a qué nosotros parece ser indiferente? Tenemos un "yo" superficial que fluctúa al vaivén de las emociones en las que estamos sumergidos. No podemos ver más allá si centramos nuestra atención sólo en lo que nos pasa. Hasta el entorno puede parecernos hostil cuando vivimos en la superficie. Ese yo en realidad es falso, está en nuestra mente y vive en ella, se percibe separado de todos, es individualista y egocéntrico, aislado del entorno. A ese falso yo es a quien le parece que todo es indiferente, excepto él mismo.

Cuando hacemos silencio y vamos a nuestro centro, comprobamos que esos vaivenes no llegan hasta ahí, y descubrimos nuestro verdadero ser, el "yo" que de verdad somos, el que canta con los pájaros, se mece con la brisa que lo acaricia, recibe y da su perfume y su color particular, y es uno con todo lo creado. No espera nada, no se preocupa, confía. No está triste y vive plácidamente en el seno de la creación, en el Amor universal y gratuito que se origina en Dios y que inunda y transfigura todo.

Una mirada profunda y silenciosa puede ir descorriendo el velo, con tal de que estemos dispuestos a soltar ese falso yo. Hay un mundo fuera y dentro nuestro, del cual somos parte armoniosa si lo permitimos, si nuestro yo auténtico es quien aflora y se manifiesta.

Corramos el riesgo de perder todo lo que creemos y queremos poseer, para ser libres y plenos, cantar, mecerse, perfumar, amar.


domingo, 10 de julio de 2011

Crecer en el Amor

Si estamos atentos y somos observadores objetivos, podemos apreciar que todo lo que fuimos atravesando en nuestra vida, fue para crecer en el amor. Ese es el único crecimiento verdadero, porque nuestro camino es desde Dios y hacia Dios, lo sepamos o no, y Dios es Amor.
Y los hechos que no nos agradan, o en los que hemos sufrido mucho, o que estamos sufriendo ahora, son como atajos en el camino, porque nos dejan vulnerables, como rotos, (y a esto se refiere la gente cuando dice que tiene roto el corazón), abiertos a recibir el amor que ayude a reparar la herida, y a la reciprocidad de dar amor desde el lugar en el que se está.

Nada impide que el Amor se expanda. O colaboramos porque nos dimos cuenta, o simplemente nos quedamos, pero la corriente no se detiene con nosotros, sino que se desvía y nos perdemos la oportunidad de ser parte de ella.
En el silencio interior, allí donde Dios nos habla sin palabras, nos susurra su Amor, y nos atrae hacia Él, descubrimos que no es tan importante pasarla bien simplemente, sino vivir con esa convicción de que el Amor es la única Realidad, y que se puede amar y ser amados en cualquier circunstancia.

domingo, 8 de mayo de 2011

Camino de oración

Estar atentos al ritmo respiratorio natural, quietos, sin desarrollar reflexiones, sin pensar, nos devuelve al centro de nuestro ser, donde habita El que Es, Dios, y desde donde continuamente somos creados y amados. Él vive y respira en nosotros. Somos respirados.

En esta actitud de simplemente estar, respirar y atender a ello, sin más agregados, surge desde mis profundidades el Nombre de Jesús, que resuena como música, en este ser mío cristiano. La plegaria de la Oración de Jesús, unida al entramado de la respiración, unifica en mí todas las plegarias que puse en práctica en mi vida, y el sorprendente abismo de la meditación Zen por el que incursiono tímidamente.

Al final, después de tantas palabras pronunciadas en el pasado, de tantas oraciones de alabanza y de petición, de tanta oración hablada o cantada, sólo el Nombre de Jesús va quedando, y por último, cerrando el ciclo que completa todo, lo más simple, sólo la respiración.

Sólo hay Vida, y Amor....

martes, 25 de enero de 2011

La experiencia de Dios

La experiencia de Dios es intransferible. Uno puede contar a los demás acerca de lo que vive, pero eso debe ser un motor para que el otro haga su propia experiencia.

Estuve de vacaciones en el mar. Caminaba una mañana por la playa con dos amigas mías, y me separé de ellas, que seguían conversando de sus cosas. Me acerqué a la orilla y vi una pequeña ave que corría mojando sus largas patas, desproporcionadas para el tamaño de su cuerpo.

Cuando yo me detenía a observarla, ella se detenía, como si me observara a mí. Cuando yo avanzaba, ella también. Estuve contemplando esa maravilla, que era para mí un regalo de Dios, sin pensar en nada por un rato, más que estar asombrada y agradecida.

En un momento, quise compartir eso con mis amigas, y giré la cabeza para decirles. Iban lejos y no hablé. Cuando volví mi mirada, el ave había desaparecido. Debe haber remontado vuelo, pero no lo vi, ni escuché el aleteo, a pesar de que estaba cerca.

Comprendí que no podía compartir con mis amigas la experiencia, y no les conté nada. Sólo hubieran entendido si hubieran estado allí, atentas.

Para vivir a Dios, simplemente hay que estar, y el estar es una decisión personal.

Lo que uno puede hacer es decirle al otro que se anime a vivir de un modo contemplativo, con atención al presente, único tiempo en el que Dios se manifiesta, y que con Su Presencia y sus regalos es la fuente de verdadera alegría, siempre que el otro lo quiera escuchar.