domingo, 7 de julio de 2013

Una experiencia hermosa


Cuando se me hacía molesta la lentitud conque avanzaba la cola para pagar una cuenta, me quedé en silencio en lugar de darle lugar a mi común protesta interna, y en un instante todo se volvió hermoso. 
Me invadió la certeza de que Dios nos da el paraíso, aquí y ahora, con tal de ceder los deseos de nuestro propio paraíso inventado. 
Vi la calle, los árboles, el cielo nublado, la gente que estaba en la cola esperando, la lentitud conque avanzábamos, y todo estaba en su justo lugar y momento. Ya no me importó nada. 
Supe de nuevo, porque tantas veces lo olvido, que más allá de las circunstancias, de cómo sean los momentos, de cómo pensamos que deberían ser, si nos quedamos un instante quietos y sin el parloteo y la protesta, y cedemos nuestro pensamiento, entonces Él nos regala todo, y al recibirlo, nos damos cuenta de que nada hay fuera de eso. 
Una experiencia que me duró todo el día de ayer, y que hoy todavía está presente. Como si Dios nos dijera a cada uno: Te regalo el paraíso en este instante. Lo querés recibir?...

domingo, 17 de marzo de 2013

Gozo profundo


Hay un gozo que no es el resultado de que nos pasó algo lindo, o porque recibimos una buena noticia, o por una emoción desbordante, sino que no depende en sí de nada particular ¿Será el gozo de estar vivo? ¿Esa alegría de ser parte de la corriente de la vida? Cada instante tiene ese gozo, que se hace más intenso cuanto menos esperamos obtener, cuando más presentes estamos en la vida, diluidos en ella sin individualismos, cuanto más confiados en Dios, que está en la vida y la hace plena. El sol entra por la ventana, y me recuerda ese gozo y me lo reaviva.

Los otros días escribí que hay una sed de Dios. El hecho de reconocer esa sed y dejarse guiar por ella conduce a este gozo más profundo... 

domingo, 10 de marzo de 2013

Sed de Dios

Hay una sed de Dios, que está en nuestro ser, y que la podemos llamar de muchos modos. La oración es un intento de aplacarla, pero ocurre que se vuelve más evidente, o se clarifica, descartando la sed de otras cosas con las que pretendemos "llenar" un vacío que nos asusta. Por eso en los salmos se lee: "Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo". Y si es el "Dios vivo", lo que nos lleva a Él es vivir, y vivir y orar es lo mismo, ya que aunque nos sentemos en el silencio de nuestra habitación para orar, ahí está la vida, y cuando estamos en las actividades cotidianas, también. Sin embargo, la sed no desaparece, y cuanto más sed de Dios, más vida, y cuanto más vida, más sed.

sábado, 19 de enero de 2013

Es para todos


Cuando escribí, o escribo, acerca de la libertad que me devuelve el observar mis pensamientos, emociones, tensiones corporales, para reconocerlas y trascenderlas, muchas personas me escriben para decirme que eso es algo especial, que sólo unos pocos pueden hacerlo. 

A todas esas personas, y a mi junto con ellas, les digo que eso es lo más simple y común que hay, si nos damos cuenta y nuestro querer va en esa dirección. Como no somos simples, lo simple nos apabulla. 

Hemos estado siempre complicando todo. Generamos nuestros conceptos e ideas, y a eso le llamamos vida. Así, quedamos atrapados en lo que nosotros mismos inventamos. Vivimos eso, y no la vida. Es como estar mirando la foto de un árbol en medio de un bosque. Sólo hace falta darnos cuenta, y "querer"! Pues, hagámoslo!

Cuestión de querer hacerlo


Algunos podemos pensar que esto de observar los pensamientos, emociones, tensiones, reconocerlos y trascenderlos, está bueno para poder librarnos de las emociones negativas. 

Pero el proceso no distingue estas diferenciaciones, sino que nos lleva a trascender todo. 
Si le ponemos un objetivo, estaremos dando vuelta siempre sobre lo mismo: Esto nos gusta, lo dejamos. Aquello no, lo trascendemos. No veo que sea así. No elegimos, sino que simplemente ocurre, y con todos los pensamientos, emociones y tensiones, sin clasificar ni evaluarlas.

No es magia, y cuesta trabajo, porque queremos atesorar las cosas que nos gustan. Es simple, pero nosotros no lo somos. Hay que querer, estar dispuestos, y entonces haremos lo que haga falta. 

Si nuestro querer es débil, nos detendremos ante cualquier cosa, y diremos: Esto no puedo, aquello más adelante, lo otro cuando termine de hacer lo que estoy haciendo, lo de más allá cuando me cure, y nos engañamos a nosotros mismos con esto. 

Entre los pliegues del no poder, es el no querer el que nos detiene. 

miércoles, 16 de enero de 2013

Lo que se opone a mi libertad


Sigue de la entrada anterior

Sin embargo, a veces me engancho con los pensamientos y emociones, aunque haya descubierto esto de no ser el alboroto que hay en mi. 

¿Qué ocurre? Es que esos pensamientos y emociones entretienen, y dan idea de vida, de estar vivos, aunque proporcionen sufrimiento muchas veces.
Esa sensación no se quiere perder. Lo otro es como más vacío. Por momentos no queremos ese vacío, y preferimos engancharnos y perder libertad. 

Todo pasa por "querer", y es lo que tenemos que tener claro. Si no salimos de la cárcel es porque no queremos, aunque nos parezca que sí queremos pero que no podemos. Es un proceso, y el querer lo conduce por el camino correcto. 

Y a veces ni siquiera vemos la cárcel en la que estamos, porque no queremos verla, aunque nos parezca extraño. 


Auto-observación


Observar mis pensamientos, mis emociones, mis tensiones corporales, me lleva a darme cuenta de que están directamente relacionados unos con otros. 
Un pensamiento da origen a una emoción, y esta a una tensión, pero muchas veces distingo primero la tensión, y al observarla descubro la emoción y cómo surge el pensamiento. 

Lo bueno es que si puedo hacer eso, es que estoy fuera de ese proceso natural, y eso me devuelve la libertad, me conduce a la paz. 
No soy ese alboroto que muchas veces hay en mi. Ya lo he leído en muchos lados, ya lo he compartido también, pero cada vez eso se intensifica en mi, y cada vez puedo vivir más tiempo fuera de mis pensamientos, emociones, tensiones, y entonces aumenta mi libertad. 

No se trata de rechazarlos, sino de reconocerlos. No es que tengan que desaparecer, sino integrarlos, y seguir adelante. Para trascender no hay que desviarse de la condición humana, sino atravesarla. 

Cuando Dios nos formó, no pensó en ángeles o seres puramente espirituales, y por eso nos dio un cuerpo y una mente. Pero, a quién se lo dio? Al ser que somos, ese que puede observar, reconocer, integrar, ese que es libre y vive en paz, pase lo que pase.