jueves, 6 de noviembre de 2008

Después de la tormenta

El camino hacia la realidad es tortuoso, y puede ser doloroso también.
Las tormentas y las crisis, que parecen muchas veces oscurecer la senda, se transforman sin embargo en atajos, porque cortan, rompen de golpe aquello que debe ser roto, quitan lo que debe ser quitado.
Pasado el estruendo, en el que se derrumban las seguridades que uno construyó con dedicación, cuando se deposita todo el polvo que produjo la caída, y los escombros van siendo quitados con esfuerzo, allá donde parece que no habrá quedado nada, uno encuentra todo.
De la oscuridad más tenebrosa surge una luz, y lo que pareció desamor, deja al descubierto el AMOR incondicional, el que sana, trasciende, cubre, absolutamente todo con su manto de misericordia.
Respirar hondo y estar, una vez más, presente, aunque las lágrimas broten sin poder frenarlas.
Y con el tiempo, la tristeza se transforma en paz.
Después de las tormentas los árboles se ven más hermosos.

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