domingo, 18 de mayo de 2008

Homilía de la Trinidad

Hoy se celebra en la Iglesia católica la fiesta de la Trinidad.
Y escuché estas palabras del sacerdote que me enseñó a meditar: Dios es feliz en sí mismo, y completo. Cuando uno está muy feliz por algo, quiere compartirlo con los demás. Y Él lo ha hecho con nosotros. Nos creó, y nos hace partícipes de su intimidad. Tenemos un significado y una misión: Ser su imagen y semejanza en el mundo. Hasta que no entramos en relación profunda con Él, en ese encuentro silencioso y muy interior, no podremos concretar nuestra vocación, y estaremos incompletos, no seremos felices, nos estará faltando algo.
A Dios nadie lo ha visto. Pero la mejor imagen suya está en Jesús. Por eso es su imagen la que nos invita a reproducir, una imagen humana y posible. Los santos intentaron hacerlo, y consagraron su vida a eso. Nosotros también lo podemos hacer, y entonces seremos felices y plenos.
Estas palabras me iluminaron hoy, y sacaron de mi interior el desconcierto que tenía.
No existe ninguna situación, por más temida o rechazada que sea, que nos pueda apartar de esa vocación sublime, que es la de conocer, estar con, ser con, servir, amar y dejarse amar por Dios.


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