jueves, 14 de febrero de 2008

Efectos

Jesús está presente en el entramado de mi vida, y desde mí misma mira las cosas que me rodean y las que están dentro mío. No se le escapa ningún detalle.
Él ama cada cosa que hay en mí, mucho más de lo que yo misma las puedo amar, porque tiene en sí mismo mi verdad, la conoce plenamente, la comprende en forma integral.
Mi vida está segura en Él.
La meditación me abre los ojos a esta realidad, y va logrando que trascienda mis pequeños límites, porque Él los toma y los ensancha. Mi percepción se agudiza, mi amor crece.
Yo, pequeña en todo, puedo ser grande en Él.
Solo dejarlo hacer. Y cuando medito, al silenciar mis pobres ideas y criterios, le abro el camino para mi transformación, para que su obra se realice en mí.
La meditación, aunque no busque en sí un propósito sino sólo estar y respirar, abre mis "sentidos" a su presencia y mi sensibilidad a su Amor.

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