martes, 18 de diciembre de 2007

el AMOR habita en mi centro

La experiencia del Amor de Dios para conmigo la puedo vivir si permanezco en silencio.
El ruido suele tapar la voz del Amor, que es muy tenue.
"La llevaré al desierto y le hablaré al corazón"- dice Él por intermedio del profeta.
Y el corazón, o el centro, no necesita de palabras. Entiende el lenguaje sin que se pronuncien.
La que necesita palabras es la mente, cuando no se aquietó, cuando no está en el centro sino que divaga por cualquier parte. Entonces busca razonamientos y pruebas, entonces cree que debe hacer algo para merecer ese amor.
La práctica fiel y perseverante de la meditación me coloca en mi centro, y desde allí el Amor se hace presente inevitablemente, sin merecerlo y sin hablarlo, sin pensarlo siquiera.
Es como un manantial cuyo origen está en ese centro, y que no es mío, sino que me es regalado.
De allí fluye y se derrama, inundando todo mi ser, y se rebalsa, se extiende a todo.
Y TODO se vuelve AMOR.

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