jueves, 13 de diciembre de 2007

Experiencia singular

A la tarde medité en la capilla donde suelo hacerlo los jueves, en un hospital.
Es un lugar sencillo, silencioso. El momento es diferente a las meditaciones aquí en mi casa. No estoy sola. De a ratos entran y salen personas, muchas internadas, enfermas, otras que tienen familiares allí. Se sientan, y se las ve doloridas, con un grito muy profundo que pide ayuda.
Guardan silencio, y me uno a ellas desde mi profundidad.
A veces noto que me miran, y mi inmovilidad les debe llamar la atención.
Alguien me dijo una vez que cuando yo no voy, algo le falta a ese momento. No creo que sea yo. A lo mejor sí el misterio que genera una persona que medita inmóvil en un lugar donde hay tanto dolor.
Y salgo de allí renovada. Siento que ellos me aportan sin darse cuenta una sabiduría que nace del sufrimiento que padecen.
Es una experiencia singular, y los siento parte de mí y yo de ellos. Después de todo compartimos el estar, y respiramos el aire de la capilla, que tiene olor a flores. Sé que a muchos de ellos no los volveré a ver, porque sanen o tal vez mueran, pero algo queda de su presencia en el lugar.
Cada vez que voy percibo que tiene sentido meditar allí.

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