jueves, 17 de enero de 2008

La fuerza del mar

Ayer estuve sentada frente al mar, en una tarde muy ventosa. El mar furioso y muy violento, ganando terreno todo el tiempo, hasta que quedé atrás, contra los médanos en los que termina la playa, con el agua en los pies.
Lo observé con atención. Me sentí desbordada por su potencia y su bravura.
No estaba meditando, pero en el mismo acto de observar con atención la meditación me invadía.
Lo relaciono con los momentos tormentosos de mi vida, cuando los problemas o las incertidumbres me superan, y yo quedo acurrucada en un rincón para que no me aplasten.
Lo que debo hacer es estar atenta, observar, siempre estar, también en esos momentos.

2 comentarios:

Selín dijo...

Hola, Blanca:

Un gusto saludarte. Ayer intenté muchas veces responderte por este medio, pero no tuve éxito. Pudo más mi ineptitud que mis deseos de hacerte llegar un par de reflexiones que se me ocurrieron al leer tu post de ayer. Me gusta como escribís, ¿trabajas con el lenguaje?

Me gsutó lo que decías ayer sobre que la seguridad que ganas al abandonar tu propia seguridad... eso es abandonarse en Dios.

Bueno, un abrazo

selin

Blanca dijo...

Gracias de nuevo, Selín. No trabajo con el lenguaje. Soy Licenciada en Química. Nada que ver. Pero siempre me gustó escribir, y me brotan del interior las palabras cuando quiero expresar algo que surge de allí.
Es verdad lo que decís, que abandonar la propia seguridad es abandonarme en Dios. Él es mi seguridad. Te mando un beso. Blanca